Una vez más, y ya van muchas, se ha cubierto usted de gloria metiendo la pata hasta lo más profundo del charco. Ante una realidad lamentablemente cierta, no ha sido capaz de reconocerla y se ha querido escaquear de sus responsabilidades cívicas y políticas. Cosa que, y no es la primera vez que le ocurre, le ha obligado después a rectificar, matizar y puntualizar.
Pongamos un ejemplo que hasta usted será capaz de entender. Dos españoles trabajan de conductores de autobús en la misma empresa. Hacen el mismo horario, el mismo recorrido y tienen la misma antigüedad en la empresa y las mismas cargas familiares. Por tanto, a igual trabajo, igual salario. ¿No?
Pues no. La realidad en España siempre se mueve lejísimos de la oficialidad. Vivimos en un país en el cual a igual trabajo no se disfruta del mismo salario. Si eres mujer, cobrarás de media un 24% menos que un hombre, aunque hagas exactamente lo mismo.
¿Por qué? Porque el devenir social ha considerado el trabajo de la mujer de forma secundaria al del hombre, de peor calidad y más baja eficiencia. Evidentemente, todo esto son remanentes de una sociedad machista, antigua, antidemocrática y caduca.
La sociedad tiene unas inercias difíciles de modificar. La tradición y las costumbres anquilosan la evolución. Si las y los sufragistas de principios del siglo XX no hubieran salido a la calle y reivindicado la igual cívica y social de todos los seres humanos, hoy en día aún estarían votando solamente los hombres.
Para estos cambios es necesaria la implicación activa de los poderes públicos, aquellos que a través de las instituciones democráticamente elegidas pueden modificar las leyes e impulsar el reconocimiento de las nuevas realidades por encima de los apriorismos de los sectores más retrógrados y conservadores de la sociedad.
Y ahí es donde usted, señor Rajoy, debe dar un primer paso. Ahí es donde usted y su gobierno deben impulsar políticas de igualdad, Ahí es donde usted debe ser el líder del cambio, de la igualdad y de la equiparación de los salarios. Repetimos: a igual trabajo, igual sueldo.
Pero quizás pedirle eso a usted sea demasiado. Quizás usted no esté preparado para entender que más allá de los jardines de La Moncloa, del coche oficial y de su despacho de registrador de la propiedad en Santa Pola hay un mundo real que va más rápido que usted y, quizás, más rápido que su propio partido. Y luego se extraña de que las encuestas digan lo que dicen.