Todos estos ejemplos nos llevan a la misma real situación: los desperdicios, nuestros propios desperdicios, nos están asaltando y están llenando de basuras nuestra costa y nuestro mar. Y nosotros, sin embargo, seguimos consumiendo con indiferente estulticia millones de toneladas de productos que ya están asesinando a nuestro propio medio ambiente.
Cápsulas de café de aluminio o plástico, bastoncillos para los oídos, mecheros no recargables, maquinillas de afeitar de un solo uso, toallitas higiénicas húmedas y pajitas, platos, vasos y cubiertos de plástico son la peste medioambiental del siglo XXI. Su pequeño tamaño nos hace ser insensibles ante su contrastada peligrosidad. No le damos importancia y no somos consciente de su toxicidad demostrada. Sin embargo, uno a uno y por millones, llegan a conformar una masa que tapona tuberías, bloquea depuradoras y colapsa emisarios de aguas sucias.
En una iniciativa pionera en España, y siguiendo el ejemplo de los países más avanzados, la dirección general de Residuos del Govern balear está preparando una norma legal que prohibirá la distribución y venta de estos productos si el fabricante o comercializador no es capaz de asegurar su recogida y reciclaje. Si no hay una fehaciente seguridad de que estos productos serán eficientemente eliminados, deberán ser substituidos por otras materias primas, en este caso sí biodegradables: la celulosa.
Las autoridades, en cumplimiento de las exigencias inherentes a su responsabilidad cívica, redactan leyes, decretos y reglamentos para frenar el uso compulsivo y tóxico de productos contaminantes. Pero esta iniciativa será inútil si los ciudadanos, ustedes y nosotros, no somos protagonistas de esta lucha. Acabar con todo aquello que destruye nuestro entorno es, también, responsabilidad de nosotros mismos. Está en nuestras manos no asesinar a la Tierra. Con un simple gesto, aportaremos nuestra imprescindible acción personal para seguir viviendo en un mundo que no sea un hediondo estercolero.
Está en nuestras manos.