Dean Mouliaá tiene 35 años, y es de Málaga. Inició su viaje el 21 de marzo de 2013, y regresó tres años después, sus datos son: 33.000 km recorridos, 31 países visitados y 12 pares de zapatillas gastadas. Recorrió 85 kilómetros en un día y aguantó temperaturas de 50 y -13 grados. Visitó 4 continentes: Europa, Asia, Oceanía y América, llegó a ascender hasta 4.800 metros de altitud en la cordillera de los Andes…Llevando sus enseres en un carrito de bebé adaptado, en el que transportó el máximo que podía, 75kg.
Todo ello lo hizo sin asistencia, sin patrocinadores, en solitario e ininterrumpidamente, apurando los plazos que le concedían los visados en cada país.
Hubo momentos muy duros y peligrosos, como un atentado en Bangladesh y varios asaltos, en los que se planteó desistir, porque había arriesgado en varias ocasiones su vida. Sin embargo, decidió seguir su viaje porque ese era el sueño que quería convertir en realidad.
Según explicó, su vuelta al mundo, que también supuso un viaje a su mundo interior, fue un experiencia totalmente positiva, en la que descubrió que en todos los lugares del mundo hay buena gente, que el humano no es tan malo como creemos, “la gente ha sido el mayor tesoro del viaje, me han ayudado en todas partes”, dijo; diferentes culturas y religiones, que le dieron una amplitud en su forma de ver la vida; paisajes, pueblos y ciudades, como el desierto de Atacama (Chile), el más árido del planeta, en el que las temperaturas son extremas y donde tuvo la ocasión de verlo florido (fenómeno que ocurre cada 4 años o más) e infinidad de experiencias que plasma en su libro.
Ignacio manifiestó que: “este proyecto nace de un sueño y una necesidad: el sueño personal de dar la vuelta al mundo y la necesidad de aportar mi grano de arena para hacer del mundo un lugar mejor, lanzando un mensaje de amor y respeto por la Naturaleza, conociéndome más a mi mismo”.
