“Lo siento mucho, no lo volveré a hacer”. Con esta frase se despidió del cargo con varios meses de adelanto sobre la abdicación oficial el Jefe del Estado de España y actual Rey emérito. Todo ello días después de ser repatriado a la Patria a toda velocidad tras quebrarse la cadera al levantarse del tálamo en el que había estado retozando en una de sus habituales aventuras extramatrimoniales, actividad lúdica que compaginaba con la caza de elefantes en Botswana.
Aunque la vida privada de los servidores públicos solamente debe trascender cuando se contrapone a la ejemplaridad exigible a los que viven cómodamente agraciados por los jugosos privilegios que otorgan las instituciones del Estado, no debemos olvidar que fue precisamente este capítulo de la vida de Juan Carlos de Borbón uno de los que, de forma incuestionable, propició la aparición del partido en el que usted milita actualmente, señor Picornell.
Podemos, a partir de las movilizaciones sociales residenciadas en las plazas de las ciudades y pueblos de España bajo el acrónimo del 15M, fue la plasmación electoral de la indignación popular ante la corrupción, el abuso de los poderosos y el deterioro creciente que venía padeciendo la democracia española legitimada en la Constitución del año 1978.
Pasado el tiempo, sin embargo, vemos como usted, actualmente presidente del Parlament de les Illes Balears y diputado autonómico de Podemos, se ve patéticamente hermanado con la personificación del paradigma contra el que se movilizó en sus años mozos y en los últimos tiempos, conjuntamente con sus conmilitones morados, en su fracasado por ahora intento de asaltar las instituciones a través del arduo camino de las elecciones democráticas.
“Lo siento mucho, no lo volveré a hacer” dijo textualmente Juan Carlos de Borbón y algo similar ha vocalizado usted, señor Picornell, tras pifiarla absolutamente al expulsar de la sala de plenos de la institución que ahora preside a los ciudadanos y a los periodistas para escamotear ante la opinión pública una de las ya muy numerosas contradicciones de su propio partido.
Nos referimos, claro que sí, a la verdadera razón que ha provocado este dislate: usted y sus compañeros no quisieron que en el Parlament se demostrara de forma harto fehaciente que son unos funambulistas de la verdad tras demostrar el paso del tiempo que sus amenazas contra sus socios de Govern PSIB y MÉS por los nombramientos de altos cargos por el simple mérito de ser amigos y familiares no eran más que añagazas de trileros, amenazas vacías de cara a la galería y ocurrencias del dúo de saltimbanquis políticos en que se han convertido el señor Jarabo y la señora Camargo. Vamos, que de las amenazas de hacer caer al Govern por su nepotismo, nada de nada. Solamente, una vez más, fuegos fatuos.
Señor Baltasar Picornell. ¿Qué cara se le pone cuando comprueba que está al mismo nivel de estulticia política que su paralelo Juan Carlos de Borbón?
Sea usted finalmente un buen presidente del Parlament o no lo sea, eso lo valorarán en su justo momento los ciudadanos en su próxima cita con las urnas. Será así antes o después, no lo dude. Es uno de los méritos de la democracia.
Pero hasta llegar a ese momento nos tememos seguir viendo como el actual Govern y ustedes más en concreto, los parlamentarios de Podemos, prosiguen arrastrando el buen nombre de la cámara que plasma institucionalmente la voluntad soberana de los ciudadanos de las Baleares aún un poco más por el fango de su incapacidad de entender y aplicar lo que es y debe ser la democracia. Ya lo hemos visto con el lamentabilísimo caso de las expulsiones de las señoras Xelo Huertas y Montse Seijas. Y vemos con horror como nos amenazan nuevos capítulos de su inutilidad.
Señor Picornell, háganos un favor a todos los ciudadanos de las Islas Baleares: deje de hacer el ridículo. Si no se ve capacitado para ejercer el cargo que le han regalado, simplemente calle y deje pasar el tiempo. Como mucho, asesórese con los letrados de la cámara y evite tener más ocurrencias.
Hágalo, por lo menos, por los miles de baleares que les votaron a ustedes y que ahora se revuelven avergonzados viendo como aquellos que venían para sacar a España de la degradación la están hundiendo aún más convertidos en torquemadas inquisitoriales que solo se escuchan a sí mismo y a sus amiguetes y expulsan del partido a los que osan levantar la voz para expresar sus legítimas opiniones.
Señor Picornell, así es. No lleva usted ni cien días en el cargo y ya está a la altura del Rey Borbón.