El año pasado se vieron bastantes de ratoncita cachonda, que con unas mallas negras, unas orejas de pega y un poco de pintura en la nariz sales del paso. Para ellos vuelve el sempiterno disfraz de travesti machoro, la clásica versión esperpéntica de lo que los hombres consideramos una tía buena: tetas volcánicas, minifalda-cinturón y toneladas de maquillaje. El resultado suele ser desastroso, pues la aberración resultante se halla a medio camino entre una puerta pintada y un putón verbenero bailando Paquito Chocolatero a las tres de la mañana en la plaza del pueblo después de soplarse un botijo de gintónic. A mi me gustan los disfraces caseros, los que improvisas con cuatro prendas viejas y un ramalazo de inspiración. Les propongo el de presidente del Parlamento balear, por sencillez y economía: camisa de cuadros, pantalón vaquero, zapatillas a lo Ramones, bolsa de tela y pañuelo jipiosillo al cuello. Yo, que además luzco barba decimonónica y melena, me ahorro el gasto en postizos y lo tengo fácil para ir de Balti Picornell, con unos kilos de más, cierto, que él es de percha menuda y a mi el buen comer me ha llevado a la oronda silueta.
Dice Balti que para él ponerse traje y corbata es ir disfrazado y que es poco probable que lo veamos así vestido. Eso es cosa suya, a mi me da igual. Creer que una corbata hace carca o una chaqueta de pana te convierte en progre me parece un convencionalismo completamente demodé. Los que me preocupan son los que van disfrazados todo el año.
Tres patéticos disfrazados se han dejado caer por aquí. El pasado lunes se produjo uno de esos acontecimientos planetarios que marca un punto de inflexión, un antes y un después, un acabose lo que había. Confundiendo el Carnaval con la Navidad, los tres Reyes Magos han llegado a la mutilada ciudad de Palma. Son los barandas de la cosa cultural de Baleares, Ruth Mateu; Cataluña, Santi Vila; y de la Comunidad Valenciana, Vicent Marzà. Han firmado la llamada Declaración de Palma —sin el de Mallorca—, denominación pomposa que huele a gelatina política, anunciada con solemnidad, pero con poco boato y fanfarria. Es muy posible que no tengan ni idea de lo que les hablo porque se trata de la enésima majadería de políticos metidos a culturetas.
La Declaración de Palma pretende crear un «corredor cultural» que incluya a Cataluña, Baleares y Valencia. Los tres consellers anuncian comisiones de trabajo al «más alto nivel», lo que suena a muy caro. Y justifican el alumbramiento de la Declaración de Palma con una frase preñada de cursilería e insoportable modernez: «aprovechar los vientos favorables que nos brinda esta etapa política para crear sinergias que nos permitan reforzar los proyectos comunes, tanto dentro como fuera de nuestros territorios». Por el amor de Dios, ¿quién coño habla así? Siguen sin darse cuenta de que la gente normal no perpetra semejantes dislates al hablar.
Se supone que esto va a ser la hostia, que va a haber pasta a cascoporro para la literatura, el teatro, la producción audiovisual y esas cosas que a veces llamaos artes plásticas y a veces gente sucia haciendo gilipolladas en un sótano. En vulgo: regresamos a la política de subvenciones ideológicas que acaban en manos de mercenarios. Es la misma mierda de vaca de siempre pagada a precio de caviar del Caspio. El resultado es conocido: una legión de mediocres satisfechos con su dinerillo —que es el nuestro, no lo olviden— dispuestos a vociferar como viejos desdentados en la lapidación de una mujer adultera cuando y contra quien se les señale.
Pero si chunga es la forma, peor es el fondo. Aquí se trata de construir los países catalanes a base de aflojar la viruta pública que nos sacan de nuestro trabajo, ahorros y hasta de nuestra muerte, que uno curra como un cabrón, la palma, y sus hijos aún han de pagar para heredar. Sólo planteo una pregunta: ¿veremos un miserable céntimo para alguien que no sea adepto a la causa?
Hemos visto en demasiadas ocasiones el efecto perverso que tiene el ejercicio de compra intelectual. Se suele confundir —de forma interesada, no lo duden— el fomento de la cultura con su secuestro y violación en aras de un objetivo ideológico. Por desgracia, nunca escasean los que se dejan reventar la retaguardia por un puñado de monedas. Así, los políticos compran, mancillan y penetran almas débiles que se hinchan de soberbia y que llegan a creer del valor de su limitado talento mercenario.
Tiembla Harvey Weinstein en Hollywood ante el nuevo rumbo del cine que vamos a producir. En el Grupo Planeta, contables y editores saltan por las ventanas como los agentes de bolsa en el Crack del 29. El mundo de todo aquello relacionado con la creatividad ya no volverá a ser igual. Creo que Ruth, Santi y Vicent, los tres Reyes Magos, en lugar de la pipa de la paz se han fumado el canuto mañanero que te transporta a los anillos de Saturno y te pone la risa tonta.