En el supuesto de que tras unas cuantas semanas como la última siga amaneciendo, imagino que el próximo mes de septiembre regresará el ejército anual de bellas monarcas de oriente migrando desde Canadá hacia los bosques de pinos y oyameles de México. De repente, encontrarán un muro donde antes había cielo y libertad y regresarán todas, enfadadas y en formación militar, a pedir explicaciones al nuevo habitante de la Casa Blanca.
Al llegar entrarán nocturnas por la ventana de su dormitorio eligiendo el sueño de una resaca tras la borrachera de crueldades firmadas unas horas antes. Levantarán sus sábanas, atravesarán su pijama con tacto mínimo e invadirán suaves hasta el rincón más pequeño y oculto del cuerpo del gran Donald, tapizándolo de colores como si fuera uno cualquiera de los arboles que cada año adornan para nuestras miradas. Entonces, todas de acuerdo y en el mismo instante descargarán millones de cosquillas, le obligarán a sacar bandera blanca y de nuevo conseguirán que triunfe la vida sobre La Tierra.