Ocurre igual con otra palabra talismán: cambio. El ejemplo más reciente lo encontramos en el discurso de fin de año de la presidenta Armengol. Aquello que tradicionalmente era el mensaje institucional para compartir con los ciudadanos las reflexiones sobre el año transcurrido y el que empieza, Armengol lo convirtió, mediante una realización enloquecida, en un mitin con todas las características propias de un tiempo pre electoral. A menos que la presidenta albergue otros planes, falta todavía tiempo para las próximas elecciones autonómicas. Ya hemos hecho el cambio, vino a decir Francina Armengol en su alegato. En la calle, día 2 de enero, todo seguía igual que el 31 de diciembre del año despedido y, más allá del cambio personal experimentado por la presidenta, junto con todos los demás que disfrutan del poder, nada lleva a pensar que se hayan producido grandes transformaciones con la gestión de la izquierda en Baleares. Si durante los pasados chaparrones se desbordaron los mismos torrentes de siempre por la misma falta de previsión de siempre.
Juan Carlos Monedero, jerarca de Podemos aunque no figure en la dirección de su organización, ha dicho que sin Pablo Iglesias, Podemos desaparece. O lo que es lo mismo, la constatación de que un supuesto proyecto colectivo es únicamente el proyecto personal de Iglesias y sus íntimos.
El designio o pensamiento de ejecutar algo, que es una de las acepciones que recoge la Real Academia para identificar proyecto, en política se queda en el enunciado. Al igual que el cambio. Como si el mero enunciado de proyecto y cambio fueran a convertirlos en realidad. Y sólo es humo.