Este año la ha palmado George Michael. A tenor de lo poco que sabemos, el hombre estaba jodido. Claro, yo no he visto morirse a nadie sano a menos que sea por accidente o asesinato. El bueno de George Michael no era un hombre pobre, desde luego que no, pero sí era un pobre hombre, un tipo desgraciado quien sabe si acosado por eso que llamamos demonios interiores y que pueden ser mil cosas, o las drogas, o yo qué sé. El cantante era un pobre hombre y, por tanto, digno de nuestra compasión. He aquí como el orden de sustantivo y adjetivo cambia el sentido de lo dicho. No es lo mismo la gente pobre que la pobre gente. Y de pobre gente, créanme, andamos sobrados, bien porque lo de pobre es por desgracia, bien por imbecilidad, inutilidad, deslealtad, soberbia y/o taras similares. Pobre gente imbécil la hay tanta como mierda debajo del catre de un puticlub de carretera.
Decía Nietzsche — y disculpen si yerro en la literalidad de la cita— que los mendigos y los pobres nos molestan porque nos hacen sentir culpables por lo que poseemos. Ya lo he comentado en otras ocasiones y lo repito: Nietszche era la alegría de la fiesta. Menudo cenizo, vaya tío deprimente, como para llevártelo a la cena de Nochebuena. Este consigue que hasta el cuñao sabelotodo se suicide. El filósofo también era un pobre hombre, aparte de que estaba como una regadera. Este sí que tenía demonios interiores, tantos que aseguraba que él no era un hombre sino un campo de batalla. Dijo aquello de «Dios ha muerto» y cuando se fue al otro barrio le pintarrajearon un estatua en su honor en plan «no, chaval, el que la ha diñao eres tú».
Aclarado el concepto de pobre gente, o de pobre hombre, o de pobre mujer, llega el momento de ponerme el turbante de pitoniso falso de feria y sin necesidad de leer los posos del café o las tripas evisceradas de un carnero, sin bola de cristal ni cartas del tarot, darle un repaso al futuro venidero de los días inmediatos y de los acontecimientos que se sucederán. No es que yo sea vidente… Es que la pobre gente siempre hace lo mismo. Si viven en Palma de Mallorca —lo de poner «de Mallorca» es mayormente para tocar los huevos, lo reconozco— les advierto de que se pueden ahorrar los diarios de los próximos días. Un año más la patulea pancatalanista disfrazada de regionalistas, nacionalistas, izquierdas varias y cosas acabadas en –istas montará la party lúdico-reivindicativa-monguer en la ofrenda floral al rey Jaime I en la plaza España. Manda cojones que antimonárquicos y antiespañoles rindan homenaje a un rey en la plaza España. Pobre gente. Supongo que acabarán su solemne farra-empanada mental con su ya tradicional versión de la noche de los cristales rotos apedreando la sede de la Fundación Nacional Círculo Balear. Y en el colmo de la esquizofrenia, volverán a salir en procesión en la fiesta del Estandarte para celebrar que Jaime I nos metió a hostias en el orbe catalán y se pulió a los moros a lo John Rambo medieval. Pobre gente, es que está muy poco leída y menos viajada. Ir a la Diada del 11S a Barcelona no cuenta como conocer mundo.
Ay, vivir es volver a ver, dichoso eterno devenir…
Aún así este año por Navidad hemos tenido lo que en las series norteamericanas de la televisión llaman un guest starring, una estrella invitada. Desconozco si tendrá un to be continued, un continuará. Damas y caballeros, el pobre hombre de las fiestas es Martí Sansaloni, nuevo alcalde de Petra, exconseller de Salud y apóstata de José Ramón Bauzá. Sansaloni ha dejado a Bruto y a Judas a la altura del betún… Aprendices. Dice el petrer que la culpa de todos los males mundiales es de Bauzá, que no quiere a las islas y que él, cuando era conseller, pasaba por allí y que no tiene responsabilidad alguna en todo cuanto aconteció. Joder, el colega… A ver, muchacho, nadie te obligó a ser conseller. Si no te gustaba el panorama te podías haber ido a tu casa. La gente pobre se aguanta en el trabajo porque no tiene alternativa; la gente decente se va de de los sitios en los que no se encuentran a gusto porque tienen principios; la pobre gente como Sansaloni se atornilla a la silla. ¡Que te han dado de comer y te han aupado, no tan alto como te crees, que antes no eras nadie! Ahora va resultar que cuando mataron a Manolete la plaza estaba vacía.
Lo normal — y también lo ético— es que cuando un sitio no te agrada, te largues y al menos cierres la boca un tiempo. La pobre gente no conoce el valor de palabras como lealtad, respeto o decencia. De ser yo Biel Company valoraría si vale la pena contar con apoyos así y me preguntaría cuánto tardarán en apuñalarme por la espalda a la mínima que pinten bastos.
Lo feo del asunto no es que Sansaloni se haya portado así, que tal vez piense que atacando a Bauzá hace puntos ante Company. Lo que el nuevo alcalde tal vez no alcanza a ver es que con sus palabras se daña a sí mismo, dice muy poco en su favor. Eso es peor, nadie se va a fiar de él, le va a costar lo indecible corregir su error. Y de verdad, sin ironía, lo siento por él. Se ha pegado un tiro en el pie cuando nadie se lo había pedido. Y si se lo habían pedido y lo ha hecho, entonces no es desleal, es un inconsciente. Pero lo más jodido de todo es que yo sea tan tonto como para dedicarle unas líneas, unos minutos de mi tiempo tecleando frente a la pantalla del ordenador.
Déjense imbuir por el espíritu navideño y ayuden a la gente pobre. A la pobre gente, mejor la ignoran.
Adiós, soy Edu, Feliz Navidad.