Corría octubre de 2007 cuando aquel candidato fracasado nos hizo reír a mandíbula batiente con otro de sus ridículos más sonados. La ocurrencia de lo de su primo, a quien no teníamos el gusto, para negar lo del cambio climático es digna del más hortera de todos los presidentes americanos.
Pasan los años y las influencias ocultas que han guiado a don Mariano terminan aflorando. Resulta que en la otra orilla del Atlántico también se encumbra ahora otro de los que, además de no creer en el cambio climático, ha empeñado su palabra en contribuir al calentamiento global con unos cuantos bombardeos y, por tanto, se verá obligado a cumplir sus amenazas, no vaya a ser que los bancos retiren el crédito que hayan apostado a sus negocios.
En España sabemos bien que cuando personajes de esta especie llegan arriba, solo podemos confiar en la biología. No obstante, como deseamos la felicidad de los demás por si nos tocara la pedrea y conocemos la edad y el expediente que acompañan al nuevo peligro yankee, elevaremos nuestras plegarias para que alguna causa ecologista disfrazada de belleza y del sexo que prefiera haga temblar de nuevo su corazón, caliente sus entrañas y le alcance a la cabeza lo bastante como para convertirle a la noble causa de ayudar a conservar la vida en el mundo que le rodea.
Última hora.
Son más de las 8 de la tarde, las noticias quedan a mi derecha y por la pantalla se asoma Rajoy con cara de minoría incómoda, la de alguien que hubiera caído en su propia trampa. Habla desde Marruecos, donde ha ido a una reunión sobre el cambio climático. Nos cuenta que “mi gobierno” aprobará no sé qué leyes contra eso, que es un problema serio. No me lo pienso creer. Solo me vale hacer todo lo posible para sacar del gobierno cuanto antes a alguien tan peligroso como para que, cumplidos los cincuenta, se atreviera a decirnos que si preguntas el "tiempo" que hará mañana a siete meteorólogos distintos ninguno responderá lo mismo, y que por eso nadie puede saber nada sobre el clima del futuro. Porque se lo dijo su primo, uno que no es miembro de una banda, otra, con la que intentó secuestrar en 2008, entre otros empresarios, al hijo de “El Pocero”, el de las viviendas de Seseña. Buscar en Google “primo delincuente de Rajoy”.
Pues lo tenemos crudo. Acabo de ver a Trump en plena campaña electoral quejándose de que tenía frío, a pesar de que el “hombre del tiempo” había dicho “ayer” que “hoy” haría calor. Parece mentira pero, en ese momento, estaba negando lo del cambio climático entre aplausos de sus incondicionales, aunque no he conseguido averiguar si se atrevió también a decirles la verdad: que ese argumento se lo había explicado un primo que vive en España.
Por suerte para miles de niños inocentes, señor Rajoy, esta vez el Congreso de los Diputados ni le autorizará a que ponga los pies sobre la mesa de un presidente norteamericano, ni tampoco a que pueda enviar a militares españoles para que ayuden a soltar bombas desde el cielo de algún país lejano. Ya puede ir inventando una excusa para su primo Donald, que no quiere saber nada de mediocres ni de perdedores.