Para algunos ciudadanos de nuestro baqueteado país, simplones y acomodaticios, ustedes representan dos facetas simétricas y dialécticamente opuestas de la política actual. En la cara de la victoria estaría el señor Rajoy y en la cruz de la derrota el señor Sánchez. Falso de toda falsedad ¡Qué fácil es dejarse arrastrar por la vagancia intelectual!
Lamentablemente, para todos los que seguimos día a día trabajando al pie del cañón, levantándonos por la mañana para ir a ganarnos el sueldo y, como dice el chascarrillo popular, curramos para “salvar al país”, ni Rajoy ha ganado ni Sánchez ha perdido. Han perdido los dos y, lamentablemente, también hemos perdido todos los demás. ¡Y a ver como salimos ahora de esta!
Coyunturalmente, Sánchez ha sido apartado por sus propios compañeros de la cúspide socialista por empeñarse por activa, por pasiva y por perifrástica en su ‘no es no’, sin aportar a cambio ninguna solución factible a la parálisis institucional española. Sánchez, tras ser defenestrado, habrá tenido tiempo, mucho tiempo, en su largo periplo vacacional por los Estados Unidos de América para reflexionar sobre cómo ha sido capaz de meter a todo un centenario Partido Socialista en el callejón sin salida de la autodestrucción tras perder una tras otra siete elecciones consecutivas. Seguramente, su amiga del alma Francina Armengol sabrá explicárselo, ella que también compite por ese récord de fracasos encadenados con el único objetivo de agarrarse con uñas, dientes y todo lo demás a su poltrona de presidenta a cambio de decirles sí una y otra vez a los que le aseguran el cargo.
Con todo eso en las hemerotecas y videotecas de los medios de comunicación del país, alguien puede colegir que Sánchez está acabado y que Rajoy ha salido victorioso de esta larguísima disputa por saber quién nos gobernará en los próximos meses. Craso error. Ciertamente, Sánchez ha perdido. Pero Rajoy también. Y, de rebote, todos los demás españoles. Todos.
Rajoy será investido presidente con la más exigua mayoría nunca alcanzada por un candidato en la historia democrática de España. Rajoy será investido presidente con el voto activo de abstención con la nariz tapada de algunos socialistas que prefieren la amputación de sus principios morales antes que la muerte política arrasados por Podemos en unas terceras elecciones. Rajoy será investido presidente porque con las leyes actuales y la aritmética en la mano no hay nadie más que lo pueda llegar a ser. Seguro que si hubiera otra posibilidad, Rajoy no sería presidente.
Y no sería presidente porque es el candidato del PP que ha perdido más votos entre unas elecciones y las siguientes, porque mintió a todos los ciudadanos tras las elecciones y no ejecutó ninguna de las grandes reformas que de él se esperaban, y porque ha bloqueado el recambio en su partido cerrando el paso a afiliados más limpios, hábiles y sinceros.
Los españoles estamos de mala suerte. Era o Rajoy o Sánchez. Es como cuando le piden al condenado a muerte que elija la manera en la que prefiere ser ejecutado. Y el pobre desgraciado lo que realmente desea es que le dejen marchar. Pues eso es lo que nos pasa a los españoles: nos tenemos que tragar a Rajoy a cambio de no hacerlo con Sánchez. Solo nos queda aguantar con paciencia a ver si la tormenta escampa.
