Este martes protagonizará usted la sesión plenaria del Parlament balear con su versión 2016 del anual discurso sobre el estado de la comunidad autónoma, denominado oficialmente ‘Debate sobre la orientación política general del Govern’.
Después de 35 años de democracia y de un número igual de discursos sobre el Estado de la Nación y también sobre el Estado de la Comunidad, la ciudadanía y los profesionales de la información hemos llegado ya al punto culminante del hartazgo más absoluto. La cita parlamentaria es un tostón de tomo y lomo, soporífera, pesada e inútil, completamente inútil. ¿Qué pasará después del debate? Nada. ¿En qué cambiarán nuestras vidas después del debate? En nada. ¿Servirá para algo útil a la ciudadanía el debate? Para nada. ¿Alguien recuerda alguna resolución aprobada tras el debate? Nadie. ¿Los periodistas podemos destacar, sin consultar a Google, una sola consecuencia práctica surgida de algún debate pasado y con una mínima trascendencia sobre la ciudadanía? Ninguna.
Nada, en nada, para nada, nadie y ninguna.
No es este –la inutilidad del debate– un problema solo de usted, sino de todos los políticos, un grupo de personas y personajes cada vez más alejados de la vida real, inmersos en una burbuja que les aísla de lo que de verdad ocurre. Sean estos políticos de derechas, de izquierdas, de centro, con mayorías absolutas, simples, consolidadas o precarias, se comportan exactamente igual en todo lo que concierne a su propia autojustificación y a su autismo respecto a los ciudadanos.
¡Qué pereza tener que escuchar otro discurso de esos! ¡Qué pereza tener que atender a las valoraciones de la oposición y a las que harán los partidos que sustentan al gobierno! Sentimos, señora Armengol, ser tan claros y directos, pero ¡qué tostón y qué pesadez!
El discurso del Debate sobre el Estado de la Comunidad nació como un hito anual en el calendario de la gobernanza. El objetivo de la disertación del presidente de turno y las réplicas consecuentes deberían haber sido una puesta en común de lo realizado desde las últimas elecciones y el planteamiento de la ruta a seguir hasta las siguientes. El Govern expone de dónde venimos y hacia dónde vamos, y la oposición le conmina consecuentemente a atender determinados requerimientos.
Ese era el plan inicial, pero la cosa ha degenerado año a año y ahora nos plantamos, una vez más, ante un auténtico diálogo de sordos, por no decir de besugos, que estos peces no tienen ninguna culpa de nada, señora Armengol.
Y eso ocurre, fundamentalmente, porque el presidente o presidenta de turno –en esta ocasión, usted, señora Armengol– se plantará toda ufana y pizpireta en la tribuna de oradores del la Sala de las Cariátides del caserón del Círculo Mallorquín palmesano con una lista de maravillas maravillosas pensadas, planificadas y ejecutadas en los últimos doce meses por usted misma y su grupo de consellers, todos ellos encantados de haberse conocido.
No habrá lugar para la autocrítica ni para el arrepentimiento. No se dará ninguna oportunidad a la disculpa ni a la contrición. Todo habrá sido estupendo, fantástico y fenomenal. ¡Ah! Y si algo ha salido mal, la culpa es –claro– de Madrid.
Señora Armengol, si el discurso que a estas horas ya tiene escrito es solo para decirnos a todos nosotros que está superorgullosa de lo bien que lo está haciendo todo, mejor nos ahorramos el Debate sobre el Estado de la Comunidad y nos ponemos a trabajar, que aún hay demasiadas cosas que no van bien en Baleares.