El actor Michael Douglas hace años que quiere deshacerse de su finca mallorquina de s’Estaca. Después de separarse de su anterior esposa, Diandra Douglas, su nuevo matrimonio con Catherine Zeta Jones no se siente tan ligado al enclave mallorquín. Sin embargo, el precio inicial de salida (60 millones de euros) no consigue comprador. Ahora, aunque de forma extraoficial, se está ofreciendo s’Estaca por ‘solamente’ 40 millones, según informa el periódico británico Daily Mail.
Según el portal inmobiliario de la prestigiosa firma Sotheby, uno de los múltiples ámbitos en los que se intenta vender s’Estaca, la finca y sus viviendas son “un compendio de siete unidades independientes con cinco apartamentos y diez dormitorios, un loft y dos casitas que pueden albergar cómodamente unas 20 personas, incluidos staff y niños. Está situado en un solar de unas 100 hectáreas cerca del Port de Valldemossa con acceso directo al mar y espectaculares vistas gracias a su ubicación en primera línea de la Serra de Tramuntana, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco”.
Douglas compró s’Estaca cuando estaba casado con su primera esposa Diandra y en ella ha pasado sus vacaciones durante cerca de treina años. De hecho, Diandra ya era 'mallorquina': es hija de un diplomático británico que ya conocía y visitaba con su familia Valldemossa, Deià y toda la Serra.
Tras separarse de Diandra, se repartió con ella el uso y disfrute de la propiedad: seis meses cada uno. Sus visitas a Mallorca con Catherine Zeta Jones han sido esporádicas. Recordar que la propiedad sigue siendo al 50% de Michael y Diandra.
S’Estaca tiene su propia historia, al margen de la vinculada al actor de Hollywood. Fue una de las residencias mallorquinas del Arxiduc Lluís Salvador de Augsburgo-Lorena, quien la levantó a finales del siglo XIX inspirándose en las propiedades que ya poseía en las Islas Eólicas, archipiélago volcánico en el Mar Tirreno (costa nordeste de Sicilia).
Fue aquí donde s’Arxiduc conoció y convivió con la mallorquina Catalina Homar, quien se encargaba de supervisar sus propiedades.
“En 1990, s’Estaca fue reformada y ampliada hasta su estado actual, convirtiéndose en una magnífica residencia privada. A través de un precioso paseo bajo los pinos, los lindes de esta fantástica propiedad llegan al pequeño poblado de pescadores, donde unas 16 casitas pequeñas, enclavadas en las mismas rocas, son el destino de afortunados propietarios que tienen el privilegio de disfrutar en la más absoluta tranquilidad la naturaleza de esta parte de la costa de Tramuntana”, explica la web de la inmobiliaria Sotheby.
Ahora será otro, y no Douglas, quien disfrute de la tranquilidad y privacidad de este entorno... siempre que pueda pagar el precio, claro.
