El descontento, la incomodidad e, incluso, el odio visceral contra la principal fuente de ingresos tanto de Palma como de Barcelona se está extendiendo, incluso bajo el paraguas de determinados dirigentes y militantes de partidos políticos que están en los gobiernos municipales.
Mientras el caso de las pintadas anti turista de Palma ha quedado constreñido a la prensa local, Barcelona ha salido peor parada, seguramente por su conexión con los viajeros que llegan a la ciudad condal desde Estados Unidos.
La agencia de noticias internacional Reuters y el grupo multimedia estadounidense Bloomberg ya se han hecho eco de estas ofensivas pintadas, así como The Guardian británico.
Así como en Palma las pintadas surgieron en los alrededores de la catedral y en todo el barrio antiguo, en Barcelona han sido las calles de acceso al Parc Güell las más ‘decoradas’ con los mensajes de odio y rechazo.
La actual alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, del grupo filopodemita Barcelona en Comú y sus socios de los anticapitalistas de la CUP han incentivado políticas de claro cariz antiturístico.