Así lo denuncian representantes de los agentes medioambientales, que lamentan que el actual Govern de Francina Armengol (PSIB) y el conseller Vicenç Vidal (MÉS) no cumplan las promesas con las que se presentaron a las elecciones: recuperar la plantilla existente antes de los recortes de la anterior legislatura y ampliarla para cubrir las extensas necesidades de la comunidad.
La realidad es que el Parque Nacional de Cabrera, con 10.021’5 hectáreas de extensión (8.705’2 de mar y 1.316’2 de tierra) solo tiene a un guarda para ejercer, como agente de la autoridad que es, las misiones que tienen encomendadas: policía, vigilancia, inspección y control del medio ambiente.
Este vigilante, además, no actúa en las horas nocturnas, por lo que el parque queda totalmente desprotegido en casos de desembarcos humanos en las calas o de utilización incorrecta de sus recursos desde la puesta y hasta la salida del sol.
Baleares, según datos aportados por el sindicato Comisiones Obreras, está la cola de España en el número de agentes medioambientales, tanto en relación a su población como a su superficie.
Esta es la realidad que está en el trasfondo de la noticia que ha recorrido en los últimos días los medios de comunicación de las Islas Baleares, el resto de España y Europa: el escandaloso desembarco desde tres yates de lujo, y su instalación en la playa, de sombrillas y colchonetas para solaz de los pasajeros de estas super embarcaciones.
El único agente medioambiental de guardia en el parque en ese momento, tras ser advertido, se personó en la playa del puerto de la isla, lugar en el cual se había producido el despliegue de muebles playeros. Y allí tan solo tomo nota de la filiación de los capitanes de los yates.
Según fuentes sindicales, el agente medioambiental estaba completamente solo frente a los empleados de los yates y por ello evitó cualquier tipo de enfrentamiento. De hecho, el agente tomo nota de lo que estaba ocurriendo y remitió su informe a Palma. Al ser sábado el día del desembarco de las sombrillas y las colchonetas, hasta el lunes nadie tuvo en sus manos el documento en las oficinas de la conselleria. Pero ya era tarde: la presidenta Armengol, el conseller Vicençs, todo el Govern y miles de persones se habían enterado de lo ocurrido a través de las redes sociales y los medios de comunicación.