Para el obispo de Winchester, redactor de los artículos, hubo otras causas, ocupaciones indignas, según algún que otro historiador, mas no vienen ahora a cuento, ni serían consideradas “políticamente correctas”, en caso de detenernos en ellas. Sin embargo, el destronamiento del Plantagenet y las circunstancias que lo rodearon pueden muy bien incardinarse en el actual estado de cosas en las cuales vive nuestro Reino y sus “súbditos”.
No se sabe, en estos momentos, en qué puede acabar ese cúmulo de reuniones, que no conversaciones, entre los conservadores y los supuestos centristas. Parece como si todos deseasen que la pelota cayese del lado socialista y cargar sobre éstos, con su debilitado líder a la cabeza, la responsabilidad de unas terceras elecciones. Aunque parece que, ni tirios ni troyanos, ni espartanos, se aperciben del ridículo en que llevan camino de caer en caso de no producirse el acto de investidura y de constitución de un nuevo gobierno. El brindis al sol de C,s, ha obtenido la respuesta gallega de sí, pero no. O de no, pero sí. Dentro de tal intríngulis ininteligible, el secretario socialista sigue con su “no es que no”, mientras el líder de Podemos, no puede parar la sangría interna de su, antes, exitoso proyecto, demostrando qué proyecto y líder no son sino un total y absoluto bluf.
Entre tanto ello acontece, la Escocia española, o sea Cataluña, sigue con su proceso de separación completamente vivito y coleando. La Irlanda española, o sea Euskadi, se le sube a las barbas a todo un gobierno en funciones, amén de a los tribunales de justicia, impulsando la candidatura de un etarra convicto, cerrando sus listas electorales con una ex presa salida de la cárcel hace dos días. Y no pasa nada. Excepción hecha de la larga cambiada de la socialista catalana en cuanto a que el aspirante a lendakari ya está limpio “jurídicamente”. De la Guyena española, o sea Navarra, pronto se hablará merced al Anschluss que, desde Vitoria, con el beneplácito de Pamplona, se avecina a marchas forzadas. A todo ello hay que añadir el despilfarro de las cuentas autonómicas, en general, el incremento de funcionarios empero la crisis, la excesiva presión fiscal por parte de un gobierno que se dice conservador-liberal, el desprestigio de la judicatura plasmado en el órdago de la Forcadell y sus adláteres y, como remate, el tener un déficit que supera en casi una décima el PIB del país, que es tanto como decir que estamos al borde de una quiebra nunca vista en los dos últimos siglos. Y, entretanto, el gobierno se aproxima a los doce meses de estar en funciones. Y todos, ante ese panorama, ante esa situación, siguen mirándose su ombligo, siguen echándose a la cara incompetencias, siguen emanando odio o rencor, brotando toneladas de ambiciones personales, llenándose la boca de “interés general” pero no dando un solo paso para fijarlo como única meta. Si al inglés Eduardo II le destronaron por las dichas causas, ello fue posible por haber perdido su batalla contra su esposa, la loba de Francia, Isabel, su amante y su hijo. Si entonces se gritaba “vox populi, vox Dei”, ahora también podríamos emular tanto al monarca descuartizado como a la batalla pérdida.
Todos, conservadores, socialistas, comunistas, populistas, supuestos centristas, también perdieron su “batalla” en junio pasado. La “vox populi” les destronó de sus cubículos parlamentarios, reduciendo sus bancadas. Y sin embargo, para ninguno ello está teniendo trascendencia alguna. Ni la pérdida de escaños, ni el desgaste de algunos barones, ni la conversión en tentetieso de algunos líderes que, hoy, bailan sobre sus talones a consecuencia de los golpes surgidos de su mar interior. Pero, no, nada de ello tiene importancia. Mantenerse en el machito, colocarse de perfil o mirar hacia otro lado es la estrategia política imperante. Y el “populi”…,¡ otra de gambas ¡ cuando debiera estar gritando un “basta ya” de tanto cambalache, tanta desidia, tanta ingeniería y tanta ambición. Mientras ninguno quiere dar el brazo a torcer, mientras el estupor impera entre los medios, mientras los políticos están quemando el poco prestigio que les queda - si les queda - el ciudadano medita si tenemos los gobernantes que como pueblo nos merecemos. Y, no sería aventurado esperar que de tal meditación surja la certeza de que sí, que son los que nos merecemos. A este país, lamentablemente, ya no le une sino una raqueta de tenis, de bádminton o una canasta, a título de ejemplo. Todo lo demás, es relativismo, puro y duro relativismo. Aunque tengamos los aeropuertos y hoteles a tope, y las catedrales e iglesias llenas de turistas, de lo cual habrá que tratar algún día.